Desde pequeñita, cuando me bañaba mi abuela y me peinaba mi tía, siempre tenía un miedo oscuro, aunque ahora que lo pienso, era un miedo absurdo.
Le corría a mi propia sombra, me metía debajo de la cama, figureaba una bruja en una escoba que transitaba en una nube larga. Mis noches eran noches extensas, me dormía y me despertaba, me dormía y me despertaba, y las pesadillas de mi sub-consiente hicieron su casa.
Esa bruja que vivía al lado de mi escuela era mi tormento, y mi prima me decía que ella fastidiaba a todos los niños que estaban en el colegio.
Después comprendí que todo fue una fábula, y que la bruja solo existía en los cuentos de mis primas y en mis pesadillas traumadas.
